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4 historias increíbles vividas haciendo voluntariados

Gracias a mi voluntariado no sólo pude intercambiar mis habilidades por alojamiento y comida, sino también haber vivido historias increíbles en una isla paradisíaca.

5min

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Viajar haciendo voluntariados nos permite ver nuestro viaje desde otra perspectiva. Apreciamos cosas que no apreciaríamos de otra manera. Tenemos la suerte de experimentar la cultura local y de conocer muchísima gente. Nos adentramos en la vida de distintas ciudades y de a poco, nos vamos convirtiendo en un local más. Y por sobre todo, nos permite experimentar historias que van a quedar por siempre en nuestras memorias. Esas que nunca vamos a olvidar.

En este artículo, en mi último día de voluntariado en Las Palmas de Gran Canaria, les cuento 

4 historias increíbles vividas haciendo voluntariados

Encontré mi casa por los próximos meses

Y lo digo de forma literal.  El manager del hostel donde hicimos el voluntariado es argentino. Mi novia y yo también lo somos. Entre los tres desarrollamos una camaradería muy especial hasta que un día él nos cuenta que una habitación se desocupaba en su piso, a unas pocas cuadras del hostel y por consiguiente, a unas pocas cuadras del mar, algo que era fundamental en nuestra búsqueda de pisos donde vivir en la isla.

F (vamos a nombrarlo por su inicial) nos cuenta que su idea era no alquilar las habitaciones libres en su piso pero que viendo que éramos nosotros los que buscábamos habitación, obviamente iba a hacer una excepción.  Ya teníamos un lugar donde vivir los próximos meses en la isla.

Al momento de elegir empezar nuestra experiencia en Las Palmas, uno de los motivos por lo que decidimos hacer un voluntariado, fue justamente este. Conocer gente que vive en la ciudad, o que conoce a otra gente, hacer contactos, conocer la isla a fondo para poder decidir sin apuro y con conocimiento de causa, dónde dormir los próximos meses.


4 historias increíbles haciendo voluntariados - Worldpackers

Empezamos un emprendimiento

En esta camaradería que desarrollamos entre mi novia, F y yo, surgió la idea de empezar un emprendimiento juntos. Durante los últimos años, además de enseñar Inglés en Tailandia y de enseñar Matemáticas en Filipinas, viví dos años en Australia y 6 meses en Copenhagen. Durante este tiempo trabajé como Barista, desarrollando un amor particular por el café. 

Pero por más amor que le tenga a su aroma, trabajar en atención al público puede ser muchas veces desgastante. Mi novia experimentó algo similar. Por eso decidimos que en Las Palmas no íbamos a trabajar en ese rubro. Queríamos un cambio.

Hablando con F, nos dimos cuenta que nuestros intereses se alineaban y llegamos a la conclusión que era hora de empezar algo por nuestra cuenta. Hacer un voluntariado te da varias horas libres por día por lo que entre mate y mate, pudimos moldear nuestra idea e incluso empezar a desarrollar algunas ideas. De repente, y casi sin planearlo, teníamos nuestro propio emprendimiento.

Insisto. Si no hubiéramos decidido hacer este voluntariado en Las Palmas, nada de esto hubiera pasado. A la suerte hay que ayudarla. "Sincrodestino", le llaman.


4 historias increíbles haciendo voluntariados - Worldpackers

Personajes de oro

Esta es una historia increíble vivida haciendo voluntariado y tiene un título literal. En serio. Pero vamos por partes.

Otra de las ventajas que tiene ser voluntario en los hostels de Gran Canaria es que en tus días libres puedes ir a recorrer la isla y dormir sin cargo en los otros hostels de la isla. Sí. Sin cargo. Increíble, ¿no? Es un convenio al que llegaron todos los hostels de la isla y que nos impulsa a recorrerla. Es algo espectacular.

Y bueno, cuando uno duerme en diferentes hostels, conoce mucha gente. Nos pasó, por ejemplo, conocer en Tasarte a un señor inglés que decidió dejar a su mujer y venir a ser voluntario a un hostel a 10 minutos de la playa y aislado de la sociedad. O un italiano que descubrió, en este mismo hostel, su paz interior y su lugar en el mundo. Personajes de toda índole, con muchas historias para contar y que generan en uno esas ganas de escuchar, y de seguir escuchando.

Pero el personaje más particular apareció en otro pueblo del sur de la isla. Un señor de avanzada edad, con una voz calurosa y una forma armónica de contar sus historias. Él dice que es escritor. Logró entablar un vínculo de confianza desde el minuto cero y contó sus historias sin cansarse, como si estuviéramos en un fogón en el que la llama nunca se apaga.

Y así fue que varios días después y capaz con algunas copas de vino de más, confesó que en el pasado, había estado involucrado en el tráfico de oro. ¿Qué? ¿Cómo? Si. Estuvimos hablando con una persona que formó parte de una mafia. Pagó su condena ante la justicia y hoy busca paz interior lejos de la sociedad, al sur de esta hermosa isla, mirando el sol caer y dejando su pluma fluir, vibrando en la misma sintonía que sus sentimientos.

Conocer la isla de la mano de un canario



Una de las ventajas de este voluntariado y confieso que lo elegimos fue por su ubicación. Estamos a veinte metros del mar. ¿Saben lo lindo que es despertarse y escuchar el ruido de las olas, rompiendo sobre la costanera? No se dan una idea que placentero es respirar la brisa del mar y saber de acuerdo al ruido, si está furioso o calmo. Es sencillamente único.

Vivir tan cerca del mar nos da la posibilidad de que cuando no tenemos que ejercer nuestras tareas en el hostel o cuando las terminamos, vamos a la playa a sumergirnos en el agua o a tomar mate. Fue en uno de estos días que la conocimos a A, una argentina estudiando en España. Mate va, mate viene, nos hicimos amigos de ella y su novio canario. Fue él el que un domingo nos pasó a buscar en su auto, ofreciéndose a mostrarnos la isla de una manera distinta. Accedimos, obvio. Estábamos muy emocionados. Y debo admitir que el plan no decepcionó.

Recorrimos al menos un cuarenta por ciento de la isla y cada centímetro de la misma fue alucinante. No hubo momento en el que dejáramos de mirar el paisaje. Era un día de sol radiante y los rayos, brillando como si fueran de oro, bañaban las montañas y el mar de una manera alucinante. Paramos en varios lugares para descansar y charlar. Pero lo mejor venía al final. 

Terminamos comiendo algo a la hora del atardecer, en una cueva en el pueblo de Artenara. Una cueva escondida, a lo que no llegan turistas, en la que por varios platos y varias copas de vino, pagamos lo que cualquier turista paga por un café y una croissant en la parte más turística de la isla. Todo esto, charlando entre amigos y viendo el sol caer por detrás de las montañas en un momento que dudo, nos vayamos a olvidar.

¿Ven cuántas ventajas tiene vivir cerca del mar?

Gracias a mi voluntariado a través de la plataforma Worldpackers no sólo pude intercambiar mis habilidades por alojamiento y comida, sino también haber vivido historias increíbles en una isla paradisíaca.



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