India: un mosaico de colores, culturas y tradiciones que debes experimentar
Explora la rica cultura, impresionante arquitectura y aventuras infinitas en India. Averigua cómo solicitar fácilmente el visado turístico en línea mientras te sumerges en un viaje inolvidable.
La India… El país de culturas ancianas y con arquitectura espectacular. Un país que por su naturaleza diversa y sus infinitivas posibilidades de aventura sigue siendo un destino popular entre turistas de todo el mundo. Descubre qué cosas no debes perderte mientras haces tu viaje a este país sur asiático, y averigua lo fácil que es solicitar el visado turístico por internet.
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Si estás buscando un destino para pasar el verano, a primera vista el sur de Asia no parece ser tu mejor opción. Durante los meses de junio hasta septiembre grandes partes del continente sufren lluvias torrenciales y temperaturas insufribles. Gracias a una gran variedad de paisajes, sin embargo, ni el calor ni las lluvias afectan cada rincón de la India. Esto significa que puedes visitar partes de la India en cada estación del año, siempre que planifiques bien el viaje.
Visado turístico para un año
Para aquellos viajeros que quieren visitar la India varios veces durante un año para explorar el país, existe el visado turístico con validez de 365 días. Ya si tienes previsto viajar a la India dos veces en vez de una, el visado de un año te saldrá más barato que la tramitación dos visados sueltos con validez de 30 días. Además, la visa e-Tourist de un año permite una estancia consecutiva en la India de hasta 90 días en lugar de 30.
Cuándo tramitar el visado turístico de 30 días
En cuanto hayas reservado los vuelos y al menos un alojamiento en el país, ya puedes solicitar el visado turístico para la India online. En el formulario de solicitud digital también deberás indicar una fecha de llegada prevista, por lo que no tienes que esperar a que se acerque el viaje para ya poder tramitar el visado.
El período de validez comienza a partir del momento de concesión del visado. Para evitar que un visado con validez de 30 días caduque antes de viajar, no se empieza a tramitar el visado hasta tres semanas antes de la fecha de llegada prevista indicada en el formulario de solicitud. Gracias a esto, la mayoría de los visados son aprobados unas dos semanas antes del viaje del cliente, incluso las solicitudes presentadas con más antelación.
El período de validez indica los 30 días dentro de los cuales puedes llegar a la India. Una vez llegado al país, empieza la duración de estancia máxima de 30 días. Es decir, si llegue a la India el último día de validez del visado, aún podrás quedarte hasta 30 días. Ten en cuenta que el visado no te permite entrar al país más de dos veces, y que tu última salida debe tener lugar dentro de los 30 días a partir de tu primer llegada.
Un solo viaje en invierno
Los turistas no suelen pasar mucho más de 4-5 días en un mismo lugar en la India. Por eso, la mayoría de los viajes se realizan con el visado de 30 días. Solo si tienes previsto viajar a la India más de una vez dentro del plazo de un año, valdrá la pena solicitar el visado con validez de un año. Tanto el visado de 30 días como el de 365 días, debe solicitarse con este formulario de solicitud digital.
Vida silvestre y naturaleza
La India ofrece tantas maravillas que no podemos destacarlas todas aquí. Sin embargo, aquí te damos tres ejemplos para un viaje en invierno y en verano para los amantes de la naturaleza y flora y fauna salvaje.
Kerala en invierno | pasear en casa flotante
Los remansos serpenteantes pintan el paisaje de la provincia de Kerala con aguas esmeralda rodeadas de cocoteros tropicales. La actividad turística más popular de esta zona suroeste de la India, es pasear en una casa flotante. Los barcos tradicionales, los kettuvallam, se construyen sin el uso de clavos, ya que las tablas de madera se mantienen unidas con nudos y fibras de coco.
La mayoría de los kettuvallam están equipados con cocinas en las que se preparan platos de pescado, capturado de las mismas aguas por las que se pasea. Un paseo en kettuvallam te llevará por partes de Kerala que no se pueden ver de otra manera.
La mejor época para viajar a Kerala y otras partes del sur de la India, es entre los meses de septiembre y marzo.
Ladakh en verano| parque nacional de Hemis
Lo que empezó con un superficie de 600 km2 en 1981, se ha desarrollado a un área de 4400km2 de tierra protegida. El días de hoy, el parque nacional de Hemis es el más grande tanto de la India como del sur de Asia.
El parque nacional de Hemis ofrece experiencias únicas. No encontrarás ningún hotel alrededor de la zona, pero hay posibilidades de alojarse en un home-stay o campamentos básicos. No esperes nada de lujo, sino una experiencia salvaje para reconectar con la naturaleza. Las rutas de senderismo como el camino del Markha Valley o el de Stok Kangri son muy populares entre los turistas. La mejor época para el senderismo aquí es entre los meses de junio y septiembre.
Tanto los amantes de los animales terrestres como los aficionados de los aves disfrutarán una visita al parque. Es el hogar de animales como el leopardo blanco, el oso pardo euroasiático, el zorro colorado, el lobo tibetano, y el ibex asiático. La población de aves en el parque Hemis consta de, entre otros, en águilas reales, el grifón del Himalaya, la gallina de las nieves del Himalaya y el buitre quebrantahuesos.
Parque nacional de Kanha en invierno | Hogar del tigre real de Bengala
El parque nacional de Kanha es uno de los más famosos y populares de la India. Si te gusta la historia de El Libro de la Selva, te encantará ver el lugar de donde Rudyard Kipling sacó su inspiración. El Tigre Real de Bengala, antaño en peligro de extinción, vuelve a prosperar en el parque gracias a los programas de protección del tigre en la India.
Además de este animal majestuoso, el parque es el hogar del perro salvaje, el leopardo, y también del barasinga (ciervo de los pantanos) que durante mucho tiempo se encontraba a borde de la extinción.
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Dinastia
Los tres príncipes Gupta y sus acompañantes montaban sus elegantes elefantes blancos. Los animales se deslizaban por una espaciosa avenida saturada de muros de piedra labrada que ostentaban los signos del reino. Los hermanos pasaban por debajo de altos balcones y sobre los pétalos de exótica fragancia que eran arrojados por los ciudadanos. Ante ellos, iban elevándose los imponentes muros y las grandes cúpulas que derramaban sus sombras sobre el camino que conducía hacia el palacio del emperador Otali. Finalmente, cruzaron por debajo de un gran arco de color blanco realzado con un reborde de borlas de mármol, que llevaba hacia los espléndidos jardines de recreo del monarca.
Nirek el primer hijo de Otali, iba orgulloso por delante; Ojayit, el segundo hijo, lo seguía de cerca, atento a empuñar su filosa arma contra cualquier enemigo, y, asimismo, Nayakan, su hermano menor y otro virtuoso con las armas, iba detrás de ellos. Los seguían por detrás filas de guardias armados con lanzas. Al final, avanzaba un largo séquito de sacerdotes, esos viejos que se dedicaban al estudio de las leyes divinas, y que la pasaban encorvados sobre antiguos pergaminos. Todos recibían saludos alegres del pueblo.
El nacimiento del príncipe Nirek ocurrió en una tranquila noche, mientras la plateada Luna daba su sereno rostro y se desplazaba a través de las estrellas. Otali estaba impaciente, pero sabía que la paciencia es como un árbol de raíz insípida que produce dulces frutos.
―¿Cómo esta ella? ―preguntaba Otali con el corazón exaltado.
―Mi Señor, su esposa Kuntana acaba de parir con salud un hermoso niño, tan luminoso como la Luna ―le contestó el médico principal.
Unos días después, ocurrió la ceremonia para darle un nombre al bebé; se le bendijo y los sacerdotes le desearon una larga vida llena de riqueza y sabiduría. Después, el niño fue colocado sobre el regazo de su padre y recibió su bendición. El sacerdote principal ofreció su plegaria a los dioses y a los espíritus de los antepasados del clan, para poder obtener sus bendiciones. Los clarividentes predijeron que algún día, este ser realizaría memorables acciones, y sería él uno de los prodigios de su creador. Nirek sería grande en pensamientos y en hechos; el hijo de Otali tendría una razón elevada, sus acciones serían rectas y firmes, y sería por derecho, el emperador de Panyab.
Ojayit era el segundo hijo de Otali, y era dos años menor que Nirek. Desde pequeño se notaron en él cualidades atléticas.
―Óyeme querida esposa ―decía Otali―. Pronto el pequeño despreciará la suavidad de tus manos ¡Porque montará el lomo firme de los elefantes de guerra!
Al reconocer las habilidades de Ojayit, su padre le obsequió una espada de esplendor sin igual. Era un regalo de los dioses, y al recibirlo, Ojayit quiso convertirse en un gran maestro. La espada, estaba adornada con el rostro de un dios de oro en el centro del pomo, que descansaba sobre un fondo de esmalte negro. Además, tenía los símbolos del imperio tallados en el mango. Ojayit sintió asombro al ver la hoja cortar el aire.
Nayakan, el tercer hijo de Otali, compartía con Ojayit una virtuosidad innata en el combate. El amable príncipe de ojos oscuros, tenía un gran afecto por sus familiares, y los visitaba con frecuencia.
Paramjit, padre de Otali, se destacaba por su rectitud, honorabilidad y habilidad para resolver problemas. Un día, consideró que era necesario que oficiales de prestigio, y guerreros expertos, impartieran la instrucción necesaria a sus nietos. Así, se embarcó en la búsqueda de los mejores instructores del reino para llevar a cabo esta tarea.
Birendra era un general valiente y poderoso. Al saber las intenciones del antiguo emperador, se ofreció para enseñar los secretos de la espada a los príncipes Gupta, y el experimentado hombre se encargó muy bien del asunto. Sus palabras cortaban el velo de la ignorancia, y revelaban la verdad que yacía en el corazón de la batalla. El viejo guerrero dejó plasmadas en lienzos las enseñanzas de las artes bélicas, y la pluma danzó al ritmo de sus hazañas.
Bajo la tutela de maestros de renombre, los jóvenes caminaron por el sendero de la guerra, ávidos de conocimiento, y sedientos de gloria. Aprendieron que la esencia del guerrero residía en elevarse por encima de las pasiones efímeras y los deseos mundanos; que la batalla justa abrazaba todas las escuelas, acogía todas las mejoras y exploraba los más nobles métodos, pero desechaba el ansia inerte de la conquista desmedida.
Ojayit practicaba con la espada, y sus compañeros observaban la soltura de sus movimientos, la gracia de sus ritmos y la variedad de sus ataques. El príncipe practicó con esfuerzo hasta llegar a la excelencia, y al igual que sus hermanos, realizó el rígido entrenamiento cada día de la escuela militar.
Los hermanos siguieron las enseñanzas con obediencia, y con el paso de los años, perfeccionaron sus conocimientos, y aprendieron conceptos filosóficos de la vida. Obtuvieron mayor fuerza física, manejaron el temor, mejoraron la concentración mental y, por supuesto, consiguieron el completo dominio de la espada. Los generales consideraban cualquier circunstancia que pudiera presentarse en una guerra. Los hombres adiestrados podían escalar altos muros y trasladarse por las fortalezas enemigas sin ser descubiertos. Además, aprendían con dedicación las distintas técnicas de pelea del Kalaripayatt.
daniela
Apr 17, 2024
Es seguro?
Katherine
Oct 16, 2024
Numeros de teléfono????
Percy Saul
Jan 23, 2025
Dinastia
Los tres príncipes Gupta y sus acompañantes montaban sus elegantes elefantes blancos. Los animales se deslizaban por una espaciosa avenida saturada de muros de piedra labrada que ostentaban los signos del reino. Los hermanos pasaban por debajo de altos balcones y sobre los pétalos de exótica fragancia que eran arrojados por los ciudadanos. Ante ellos, iban elevándose los imponentes muros y las grandes cúpulas que derramaban sus sombras sobre el camino que conducía hacia el palacio del emperador Otali. Finalmente, cruzaron por debajo de un gran arco de color blanco realzado con un reborde de borlas de mármol, que llevaba hacia los espléndidos jardines de recreo del monarca.
Nirek el primer hijo de Otali, iba orgulloso por delante; Ojayit, el segundo hijo, lo seguía de cerca, atento a empuñar su filosa arma contra cualquier enemigo, y, asimismo, Nayakan, su hermano menor y otro virtuoso con las armas, iba detrás de ellos. Los seguían por detrás filas de guardias armados con lanzas. Al final, avanzaba un largo séquito de sacerdotes, esos viejos que se dedicaban al estudio de las leyes divinas, y que la pasaban encorvados sobre antiguos pergaminos. Todos recibían saludos alegres del pueblo.
El nacimiento del príncipe Nirek ocurrió en una tranquila noche, mientras la plateada Luna daba su sereno rostro y se desplazaba a través de las estrellas. Otali estaba impaciente, pero sabía que la paciencia es como un árbol de raíz insípida que produce dulces frutos.
―¿Cómo esta ella? ―preguntaba Otali con el corazón exaltado.
―Mi Señor, su esposa Kuntana acaba de parir con salud un hermoso niño, tan luminoso como la Luna ―le contestó el médico principal.
Unos días después, ocurrió la ceremonia para darle un nombre al bebé; se le bendijo y los sacerdotes le desearon una larga vida llena de riqueza y sabiduría. Después, el niño fue colocado sobre el regazo de su padre y recibió su bendición. El sacerdote principal ofreció su plegaria a los dioses y a los espíritus de los antepasados del clan, para poder obtener sus bendiciones. Los clarividentes predijeron que algún día, este ser realizaría memorables acciones, y sería él uno de los prodigios de su creador. Nirek sería grande en pensamientos y en hechos; el hijo de Otali tendría una razón elevada, sus acciones serían rectas y firmes, y sería por derecho, el emperador de Panyab.
Ojayit era el segundo hijo de Otali, y era dos años menor que Nirek. Desde pequeño se notaron en él cualidades atléticas.
―Óyeme querida esposa ―decía Otali―. Pronto el pequeño despreciará la suavidad de tus manos ¡Porque montará el lomo firme de los elefantes de guerra!
Al reconocer las habilidades de Ojayit, su padre le obsequió una espada de esplendor sin igual. Era un regalo de los dioses, y al recibirlo, Ojayit quiso convertirse en un gran maestro. La espada, estaba adornada con el rostro de un dios de oro en el centro del pomo, que descansaba sobre un fondo de esmalte negro. Además, tenía los símbolos del imperio tallados en el mango. Ojayit sintió asombro al ver la hoja cortar el aire.
Nayakan, el tercer hijo de Otali, compartía con Ojayit una virtuosidad innata en el combate. El amable príncipe de ojos oscuros, tenía un gran afecto por sus familiares, y los visitaba con frecuencia.
Paramjit, padre de Otali, se destacaba por su rectitud, honorabilidad y habilidad para resolver problemas. Un día, consideró que era necesario que oficiales de prestigio, y guerreros expertos, impartieran la instrucción necesaria a sus nietos. Así, se embarcó en la búsqueda de los mejores instructores del reino para llevar a cabo esta tarea.
Birendra era un general valiente y poderoso. Al saber las intenciones del antiguo emperador, se ofreció para enseñar los secretos de la espada a los príncipes Gupta, y el experimentado hombre se encargó muy bien del asunto. Sus palabras cortaban el velo de la ignorancia, y revelaban la verdad que yacía en el corazón de la batalla. El viejo guerrero dejó plasmadas en lienzos las enseñanzas de las artes bélicas, y la pluma danzó al ritmo de sus hazañas.
Bajo la tutela de maestros de renombre, los jóvenes caminaron por el sendero de la guerra, ávidos de conocimiento, y sedientos de gloria. Aprendieron que la esencia del guerrero residía en elevarse por encima de las pasiones efímeras y los deseos mundanos; que la batalla justa abrazaba todas las escuelas, acogía todas las mejoras y exploraba los más nobles métodos, pero desechaba el ansia inerte de la conquista desmedida.
Ojayit practicaba con la espada, y sus compañeros observaban la soltura de sus movimientos, la gracia de sus ritmos y la variedad de sus ataques. El príncipe practicó con esfuerzo hasta llegar a la excelencia, y al igual que sus hermanos, realizó el rígido entrenamiento cada día de la escuela militar.
Los hermanos siguieron las enseñanzas con obediencia, y con el paso de los años, perfeccionaron sus conocimientos, y aprendieron conceptos filosóficos de la vida. Obtuvieron mayor fuerza física, manejaron el temor, mejoraron la concentración mental y, por supuesto, consiguieron el completo dominio de la espada. Los generales consideraban cualquier circunstancia que pudiera presentarse en una guerra. Los hombres adiestrados podían escalar altos muros y trasladarse por las fortalezas enemigas sin ser descubiertos. Además, aprendían con dedicación las distintas técnicas de pelea del Kalaripayatt.