De anfitrión a amigo: cómo gané una familia mientras realizaba un voluntariado en Uruguay

¿Cómo encontrar familias en los lugares más inesperados de tu viaje?¿Sientes miedo de irte solo? Aquí te cuento mi experiencia sobre cómo gané una familia mientras realizaba un voluntariado.

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Llegué a Punta del Diablo, ubicado en Rocha, Uruguay luego de andar saltando de un lado a otro por toda la costa uruguaya. Pacté un voluntariado de dos semanas en El Diablo Tranquilo, uno de los hostels más conocidos del lugar (en Punta del Diablo el 80% de los negocios y casas tienen la palabra “Diablo” como parte del nombre). 

Era un hostel grande, con dos sedes: una en la misma playa y otra a dos cuadras. Cuando llegué me sorprendió ver tal cantidad de voluntarios, éramos aproximadamente treinta y me contaron que en plena temporada llegaban a cuarenta.

Al inicio estuve a cargo de la lavandería (el hostel tiene su propio servicio de lavado y secado) y alternaba de cuando en cuando con la limpieza. Luego dejé de limpiar y alternaba ayudando en la cocina, que es lo que habitualmente hago en los voluntariados. Me pidieron que me quedara ya no dos semanas, sino un mes iba y así fui conociendo de a poco a todo el staff que hacían que la maquinaria del Diablo Tranquilo funcionara.

Lee aquí todo lo que necesitas saber para prepararte y realizar tu primer voluntariado en el exterior. 

¿Cómo fue la convivencia durante mi voluntariado?

Argentinos, venezolanos, estadounidenses, franceses, alemanes. Gente de todas partes del mundo conformaban el staff del hostel. Allí me crucé con la segunda persona que conozco de Guatemala, la primera de Noruega y Suiza. Pude comprobar lo bien que conversan los uruguayos, disfruté de la risa de los cordobeses, del buen tabaco que siempre tienen los franceses consigo y su maestría en armarlos mientras hacen otras cosas en simultáneo. Fui aprendiendo nombres de a poco y reconociendo acentos.

Nada muy distinto a lo que suele suceder en los distintos hostels en los que he estado, salvo que aquí la interacción era con muchísima gente a la vez. Pero sí había algo distinto a los demás lugares que había visitado. No sé explicarlo bien, pero podríamos decir que la “vibra” del lugar era particular. Reconfortante, agradable de experimentar.


cómo gané una familia mientras realizaba un voluntariado - Worldpackers

Fue así como marzo le siguió a Abril, luego Mayo y antes de que se fueran los últimos días de sol, la manager del lugar se me acercó para ofrecerme quedarme toda la temporada de invierno. Para ese entonces lo único que hacía en el hostel era cocinar. El hostel ofrecía a sus huéspedes un menú diario y yo era el encargado de ejecutarlo.

Nos lo pensamos un poco, y digo nos lo pensamos porque en ese entonces viajaba con Andrea, mi chica chilena. Nuestra idea era irnos a Brasil a disfrutar del buen clima que siempre hay en ese país. Quedarnos en Uruguay y pasar el invierno allí implicaba afrontar los días de frío con la mejor cara. Recuerdo que lo decidimos mientras caminábamos por las calles sin asfaltar del pueblo, camino al único mini market que teníamos cerca. Creo que fue una de las mejores decisiones que tomamos en el viaje.

Y es que he encontrado pocos lugares como Punta del Diablo, así como pocos voluntariados como el que hice allí. El grupo de treinta voluntarios para mayo había mermado hasta quedar menos de diez. Las dos sedes del hostel se redujeron a solo una y poco a poco nos preparamos para iniciar la temporada de invierno. Los días movidos y bulliciosos de verano se convirtieron en días apacibles y silenciosos. 

El invierno en las costas de Uruguay pega fuerte, no es tan fío como pensé, pero es bastante húmedo, con días llenos de neblina y lluvia permanente. Días en los que se te antoja no salir de la cama, tomar cosas calientes y quedarte viendo una película o leyendo un buen libro.


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Cómo gané una familia mientras realizaba un voluntariado  

Para mí fueron días de sorpresa y felicidad al constatar que lo que tenía alrededor mío no era un staff de hostel, sino una familia con la que me cobijaba para pasar el fío con más ánimo. Me sorprendí a mí mismo pensando en vivir en ese lugar para siempre. Podía imaginarme perfectamente teniendo cabida en ese pueblito alejado de todo lo citadino.

Y en parte pude sentirme así de cómodo al experimentar cómo mis compañeros de voluntariado se habían transformado en mi familia momentánea. Ya no eran nombres recientemente aprendidos, sino rostros y personalidades que sé que no podré olvidar con facilidad. La sencillez de Maeva, la calma de Gaby, lo servicial de Eli, las tardes compartidas con Romel cocinando para el hostel, las amanecidas jugando juegos en línea con Alvaro y Juan, los interminables torneos de ping pong, la risa con la que Andrea disfrutaba cada punto ganado, etc.

Ya no nos saludábamos a lo lejos. Siempre era con un abrazo, cada día aprendiendo más uno del otro, de sus problemas, de sus formas de pensar, de lo variado y precioso de nuestras culturas. Hacía muchos años que no pasaba un invierno tan frío y al mismo tiempo tan cálido. 


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Cada uno de nosotros se encargó de matizar los meses de convivencia de manera muy particular, aportando cosas que solo nosotros podríamos aportar. Decidimos vivir bajo un mismo techo y aguantarnos, aceptarnos y querernos. Creo que de eso va ser familia. O por lo menos eso nos resultó para vivir una experiencia de familia.

Desde aquí (Paraty, Brasil) agradezco a mi familia momentánea y transitoria por dejarme recuerdos permanentes y felices. Y ánimo a todo el que quiera salir de viaje y ande pensando en quedarse por un buen tiempo en algún lugar. Hazlo con la confianza de que jamás estarás solo mientras viajas, siempre tendrás a esa o a esas personas, ya sean dos o diez que harán del lugar que escojas, tu casa, tu familia.

Y tú, ¿Qué estás esperando para realizar tu voluntariado? No olvides que a través de Worldpackers puedes encontrar cientos de oportunidades en todo el mundo para intercambiar tus habilidades por alojamiento y formar una familia en cualquier lugar del mundo. 



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