Mi trabajo voluntario en proyectos sociales de Africa
Siempre soñé con viajar por el mundo para contribuir en algún proyecto social; sin importar la raza, el lugar o el tipo de actividad a desarrollar, simplemente quería poner mi corazón y servir.
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Siempre soñé con viajar por el mundo para contribuir en algún proyecto social; sin importar la raza, el lugar o el tipo de actividad a desarrollar, simplemente quería poner mi corazón y servir.
Inicié mi búsqueda en internet sin encontrar algo concreto o que llenara realmente mis expectativas, hasta que descubrí Worldpackers hace un par de años.
Comencé a explorar las oportunidades que me estaban ofreciendo; la diversidad de países, el tipo de proyectos y la cantidad de herramientas que me dejaban casi que perfilar mi búsqueda para encontrar la opción correcta.
Inmediatamente cree mi perfil, adjunté algunas fotografías de lo que consideraba mis mejores experiencias, redacté una biografía y me aventuré a viajar por el mundo durante unos meses.
Sabía que quería servir en el África porque siempre me había parecido un continente lleno de color y de magia. Además, quería sentir fuerza, conocer su raza y aprender de su cultura.
Ver animales salvajes y deslumbrarme con las sabanas de este maravilloso continente. Sabía que podría encontrar miles de oportunidades aquí y por eso me aventuré a viajar hasta allí.
Mi primera aplicación fue con Makuyu Education Initiative en Kenia y aunque inicialmente quise quedarme un mes, la vida se encargó de cambiar mi destino y decidí quedarme por 88 días.
Estar entre los campos del África es casi como vivir en los campo de Colombia; el verde de las plantaciones de maíz o de banana me hicieron sentir como en casa.
Las carreteras son en tierra color naranja, pero todas las personas que uno se cruza en el camino, siempre saludan con un “jambo”, que significa ¿cómo estás?, y además responden con una bella sonrisa.
El verdadero sentido de mi viaje se estaba haciendo realidad y era contribuir como voluntario en un proyecto social que apoya una iniciativa de educación para que 15 niños con historias de vida realmente complejas, puedan tener la oportunidad de estudiar para un futuro mejor.
Ellos asisten a la Escuela Primaria de Makuyu durante el día, pero en las noches y los fines de semana, los voluntarios estamos ahí para vivir el día a día con ellos. Incluso con algunos adultos de la comunidad que lideran el proyecto y permiten que todo se haga realidad.
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Sentí que la piel me la tiñeron de color negro, porque acá todos cambiamos de color al igual que los camaleones. Saboreaba el té chai que nos preparaban con amor todas las mañanas y escuchaba las sonrisas que no paraban de contagiarme de alegría.
Olí la tranquilidad del campo y veía niños corriendo hasta la escuela, alcanzando una oportunidad y persiguiendo un sueño llamado EDUCACIÓN. Sentí que el corazón se me llenaba de mariposas y de colores, por cada uno de los “pequeños” abrazos que recibí cada noche antes de ir a la cama.
Vivía sin comodidades, pero también sin preocupaciones. Embarré mis pies todos los días para ponerme en los zapatos de las personas con las que compartí, pero que aun así viven en familia, se aman los unos a los otros y se respetan, ante todo.
Aprendí más de lo que tal vez pude llegar a enseñar, pero entendí que sin importar donde estemos y con quien compartamos nuestra vida, debemos ser siempre nosotros mismos y dar un 100% de lo que somos.
Servir para mí, es entregarlo todo sin esperar nada a cambio. Es poner toda la energía de nuestro corazón cuando queremos llegar al corazón de alguien más, simplemente para verlo feliz.
También significa invertir nuestro tiempo en cosas que nos ayuden a crecer como seres humanos y creo que esta experiencia en Kenia definitivamente se convirtió en lo mejor que pude haber vivido.
Indiscutiblemente esta experiencia me transformaba con el día a día y lo que llevaba por dentro. Logré acercarme a una realidad que desconocía, pero de la cual necesitaba aprender para seguir adelante, y hoy en día sigo en el África, pero en otro país.
Venir hasta acá no fue solo haber enseñado matemáticas, inglés, ciencias sociales o fotografía; también fue disfrutar cada juego en las tardes, entender como los niños disfrutan su vida sin preocupaciones y sin miedos. También fue preparar palomitas de maíz los sábados en las noches para ver películas y abrazarnos los unos a los otros para aguantar el frío.
Además, apoyar a los adultos con otras tareas más complejas que iban desde la limpieza hasta aprender a cocinar los mejores platos tradicionales del África.
Siento fotógrafo también apoyé las redes sociales del proyecto y busqué dar una mirada diferente a cada rincón de la casa, frente a las historias de los niños y sobre todo aplicando lo que decía el fotógrafo Robert Capa: “Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es porque no estuviste lo suficientemente cerca”.
También dejé un álbum fotográfico con la memoria de los casi tres meses que compartí con ellos y el último día los abracé tan fuerte como pude para sentir su calor.
No sé si pueda regresar más adelante para saber cómo están los niños y todas las personas especiales con las que compartí. Solo espero poder recordar esta experiencia por el resto de mi vida y continuar mis aventuras con Worldpackers.
Tania S
Ago 31, 2018
wow increíble post! me encanto, saludos desde México :)
Tracy
Nov 23, 2021
Amazing