Si estás planificando un viaje a Marrakech, Marruecos, esta guía es ideal para comenzar, ya que te cuento cuáles son los 8 lugares que no deberías dejar de visitar y cómo hacerlo de forma económica.
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La cuarta ciudad más poblada de Marruecos es la número uno en cuanto al turismo. Su cercanía con España hace que sean muchísimos los del país vecino que cruzan el Estrecho de Gibraltar para visitarla, pero su popularidad no es solo una cuestión geográfica.
Su mítica medina (parte antigua) con la enorme plaza Djemaa El-Fna, sus mezquitas con altos minaretes de donde se escucha el llamado a la oración, sus mercados, su gastronomía, y su ubicación entre la cordillera del Atlas y el desierto, son algunas de las razones que atraen a tantos viajeros.
Conozcamos los 8 lugares que no deberías dejar de visitar en tu viaje a Marrakech:
Marrakech se divide en dos grandes partes: la medina, que es la parte antigua y más interesante en términos turísticos; y la parte moderna (Guéliz o Ville Nouvelle). Todo lo que viste en fotos de promoción turística y que seguramente hizo que quisieras visitarla, está en la medina.
Algo que tengo que advertirte si es tu primera vez en Marruecos, es que las estafas a turistas son una constante. Al ser el destino más popular del país, son muchos los que quieren hacer plata engañando a los visitantes, y lamentablemente son muchos también los que caen, no acostumbrados en sus países a estas actitudes.
Con esto no quiero decir que desconfíes de todo Marrakech, pero sí que estés alerta y que no le creas a quienes se te acercan a hablar de una manera demasiado “amistosa” en las zonas turísticas, ni te dejes intimidar por vendedores agresivos. También que antes de comprar o reservar algún tour, busques precio y regatees, porque eso es lo que se espera.
No dejes de leer: Todo lo que debes saber antes de viajar sola a Marruecos.
Es el corazón de la medina de Marrakech y la plaza tradicional más grande de Marruecos.
Del atardecer a la noche es cuando la plaza entra en ebullición, llenándose de puestos para comer y todo tipo de shows callejeros, como cuenta cuentos (en bereber o árabe), magos, músicos y bailarines. Eso sí, cualquier foto o video que hagas va a ser seguido de un pedido de plata.
Para tener una buena experiencia buscando un lugar para cenar, evitá los lugares que contratan gente extremadamente insistente, que persiguiéndote con gritos intentan que comas en su lugar. Mejor alejate de estos y buscá los más tranquilos, con lista de precios escrita, y siempre que te traigan a la mesa algo que no pediste, preguntá si está incluido porque después te lo van a cobrar.
El zoco (“suuq” en árabe) es el mercado histórico de Marrakech, que comenzando en la plaza Djemaa El-Fna y extendiéndose por varios kilómetros, forma un enorme laberinto techado donde se vende desde las más coloridas especias hasta joyería de oro.
Mi recomendación es que lo tomes como un paseo para conocer uno de los mercados más vibrantes del mundo, pero que si querés comprar mejor lo hagas en otro lugar porque los precios están bastante inflados para los turistas y vas a tener que regatear demasiado, aunque sin llegar a los niveles del mercado Khan El-Khalili de El Cairo.
Para verlo en su momento de mayor acción, es mejor visitarlo por la mañana.
Siguiendo el paseo por la medina, nos acercamos a ese alto minarete que se ve desde casi todos lados, y que cinco veces al día avisa a los musulmanes que el horario del rezo llegó.
La mezquita Koutoubia (o Kutubiyya) es la más grande de la ciudad y uno de los varios Patrimonios de la Humanidad que tiene Marruecos. La estructura actual es de 1158, y su famoso minarete, que sirvió de inspiración para la Giralda de la Catedral de Sevilla, data del 1195.
La mala noticia es que solo los musulmanes pueden ingresar a la mezquita, pero al menos vas a poder conocer los jardines. Lo máximo que vas a poder ver del interior si no vas a rezar, es desde afuera cuando se abren las puertas los viernes, que es el día de mayor congregación al ser el más importante de la semana para el islam.
El sultán Ahmad al-Mansur quería que los lujos terrenales lo acompañaran cuando dejara esta vida, por eso su lugar de descanso tenía que parecerse a su grandioso palacio. Así fue que encargó construir esta fastuosa necrópolis durante su reinado (1578–1603), donde además de la suya, entre las cientos de tumbas se encuentran las de su madre, su primer hijo, su esposa y nietos.
Con la caída de la dinastía saadí, la entrada fue tapiada para que nadie tuviera acceso y estos fueran olvidados, pero no las destruyeron ni saquearon como hicieron con los palacios, quizás por razones de superstición. El complejo fue redescubierto recién en 1917, y tras un largo trabajo de reconstrucción fue abierto al público.
La decoración de los mausoleos, donde se destaca la sala central con doce columnas de mármol de Carrara y los detallados arcos de entrada, lo convierten en uno de los máximos exponentes de la arquitectura marroquí.
Aunque en español también se lo conozca como Palacio de la Bahía, su nombre no tiene nada que ver con la ubicación geográfica, sino que “bahia” significa brillante en árabe, y se cree que al-Bahia (la brillante) era el nombre de la esposa favorita de Ba Ahmed, quien expandió el palacio comenzado por su padre Si Musa en 1859.
La intrincada decoración y detalles de diseño de las salas, con inscripciones en árabe, figuras geométricas y arabescos, son exquisitos, pero es sin dudas el patio central, de 1500 m² con piso de mármol de Carrara, la gran estrella.
A pesar de que el espacio abierto al público es muy grande, solo una parte de este enorme palacio de 8 hectáreas y 150 habitaciones está abierto al público.
Si necesitás salir por un rato de los callejones de la medina, este jardín privado propiedad del diseñador francés Yves Saint Lauren, es un excelente lugar.
Fue comprado en 1980 por YSL y su socio Pierre Bergé para abrirlo al público y conservarlo como el pintor francés Majorelle -su dueño original- lo había ideado, exponiendo especies de plantas de los cinco continentes (parece que los cactus eran sus preferidos).
En el centro del parque está el que fuera estudio de Majorelle, una elegante construcción pintada de azul eléctrico donde actualmente funciona el Museo Bereber.
No creas que el Jardin Majorelle es un oasis de paz porque te vas a llevar un decepción. De hecho es uno de los lugares más visitados de todo Marruecos. Para evitar las aglomeraciones y hacer una larga fila para entrar, lo mejor es que vayas apenas abre, a las 8 AM. De viernes a lunes el ticket también incluye ingreso a los jardines de la hermosa Villa Oasis, que fue la casa donde Bergé vivió hasta su muerte en 2017.
La experiencia de darte un “baño turco” en un hammam es una de esas cosas que no se olvidan de un viaje.
Esparcidos por todos los territorios donde la cultura musulmana tuvo o tiene influencia, desde Granada hasta Uzbekistán, los hammam son mucho más que saunas o spas donde ir a darse un baño con masajes exfoliantes, sino que forman parte de la vida social en esta parte del mundo.
En Marrakech vas a encontrar desde los hammam locales, donde si no hablás árabe es mejor que vayas con alguien que te pueda explicar el funcionamiento, hasta los que están orientados a turistas, completamente adaptados para que la visita sea de relax total.
Está claro que los precios varían según cuán real o cuán lujosa quieras la experiencia, yendo desde los 20 dirham en los de barrio (menos de USD 2) hasta lugares como el lujoso Royal Mansour donde los tratamientos empiezan en los 1400 dirham (USD 130).
Como estuvimos viendo, la medina es el lugar donde seguramente pases más tiempo, ya que es la zona más colorida, pintoresca e histórica de Marrakech.
Más allá de los principales atractivos turísticos que hay en ella, mi plan preferido es caminar sin rumbo, perdiéndome por las callecitas angostas, y cuanto más te alejes de la plaza central y del zoco, más tranquila vas a poder pasear.
La mañana temprano es un hermoso momento para recorrerla, cuando tiene mucho movimiento comercial local sin tantos extranjeros, y por ende los insistentes “caza-turistas” tampoco abundan. Pero el atardecer es el momento más cautivante del día, cuando las paredes toman tonalidades rojizas, rosadas y doradas que la hacen mágica.
Conoce cuáles son los platos típicos de la comida marroquí que no deberías dejar de probar en tu viaje.
Todo depende de cuánto tiempo disponible tengas, pero diría que para poder ver al menos la medina, con dos días completos (3 noches) vas a tener una buena introducción.
Si nunca estuviste en Marruecos o en algún país de Medio Oriente, seguramente te quedarán miles de preguntas y dudas culturales por resolver, lo que hará que empieces a planificar un próximo viaje apenas termines este. Marrakech es para muchos el primer contacto con esta cultura.
Para mí lo ideal es pasar al menos una semana, pero entiendo que quizás no tengas esa posibilidad. Si el presupuesto es una barrera, hay una manera de pasar un tiempo en Marrakech sin pagar alojamiento...
Si no tenés apuro y querés vivir una experiencia que te acerque mucho más a la cultura marroquí, podés ver las oportunidades de voluntariados en Marrakech a través de Worldpackers, como por ejemplo ayudando en este hermoso hostel ubicado en un riad (casa tradicional con patio central).
Además de permitirte viajar sin pagar alojamiento, ya que está incluido como parte del intercambio, al estar rodeado de gente local vas a poder conocer lugares a los que los turistas no suelen llegar, y tener más tiempo para visitar la ciudad a fondo.
Si además de Marrakech planeas seguir recorriendo el país, podés ver todos los voluntariados en Marruecos.
Leé la experiencia haciendo un voluntariado en Marruecos de un viajero argentino y el voluntariado en la cocina de un hostel en Marrakech de una viajera española.
Conocé más sobre los voluntariados en: Qué es y cómo funciona un intercambio de trabajo: la guía completa y Qué es el voluntariado: generando un impacto positivo.
Estos son los 8 lugares más emblemáticos de Marrakech, y que te aconsejo visitar durante tu viaje, pero hay muchísimos más por conocer si tenés tiempo. Hablá con los locales y vas a descubrir lo que no está a simple vista.
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