Hacer un voluntariado como profesor de matemáticas en Filipinas
Hacer un voluntariado como profesor de matemáticas en Filipinas ha sido una de mis mejores experiencias tanto de viaje como de vida. Aquí te cuento mi experiencia.
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No me voy a cansar de repetir que los voluntariados son una manera hermosa de conocer el mundo, de aprender y de enseñar. Uno no sólo recorre varios puntos del mapa, sino que lo hace intercambiando conocimientos, aprendiendo sobre distintas culturas e involucrándose en la vida social de varios pueblos que, de otra manera, sería difícil conocer.
Mi voluntariado enseñando Matemáticas en Filipinas, en una escuela Montessori
Así sucedió durante mis días en Guimba, Filipinas. Un pueblito a tres horas de Manila (la capital) que de otra manera, no creo hubiera conocido en mi vida. A Guimba llegué para hacer un voluntariado como profesor de Matemáticas. Al haberme recibido de Ingeniero en Informática, mis conocimientos en esta materia son altos y, sumado a mi pasión por enseñar, esta oportunidad me entusiasmaba muchísimo.
¿Cómo es hacer un voluntariado como profesor de matemáticas?
El voluntariado tenía una duración de tres semanas y se daba en una escuela Montessori, lo cual me entusiasmaba aún mucho más. La idea era que, durante un par de horas por día, y de acuerdo al plan de estudios de la escuela, les enseñara los nenes de entre 7 y 16 años de edad, conceptos diversos sobre Matemática: sumar, restar, números romanos, reglas de factorización. De todo.
Como siempre pasa, los conceptos teóricos que uno enseña pasan a quedar un plano secundario porque lo que uno termina llevándose es el recuerdo humano, las memorias y las anécdotas. Es difícil de explicar la hospitalidad filipina. Sencillamente, dejan todo por uno.
Por ejemplo, los directores de esta escuelita me fueron a buscar al aeropuerto de Manila. Es decir, manejaron 3 horas para irme a buscar, y otras 3 horas de vuelta. Me recibieron con un cartel gigante en la puerta de la escuela, dándome la bienvenida y me prepararon una habitación privada en el último piso de la escuela. Cuando me recibieron en el aeropuerto, se enteraron que tenía un dolor de muela y, por arte de magia, cuando llegué a mi habitación, me encontré con remedios para mi dolor. Detalles que dicen mucho. Aunque por momentos, la hospitalidad filipina me sobrepasó.
A veces no es todo color de rosas
La experiencia filipina en Guimba me llegó también en un momento especial. Ya llevaba más de 3 meses en Asia y empezaba a adaptarme a la distancia, a la diferencia horaria y mi corazón, de a poco, empezaba a crear un escudo que me permitiera aguantar más tiempo en la ruta, lejos de mis seres queridos.
Y entonces, mi sobrina nació. A la distancia. A miles de kilómetros. Me enteré por WhatsApp. Y entonces uno pasa a replantearse muchas cosas. ¿Qué hago acá? ¿Qué hago tan lejos? ¿Cómo me puedo estar perdiendo algo así? Las preguntas eran muchas y confieso, pasé horas y horas encerrado en mi habitación pensando qué hacer. Por suerte esta “crisis” sucedió mientras estaba haciendo un voluntariado y no en los meses que pasé en la ruta, solo viajando. Es que creo que sin la contención de los nenes y de los profesores filipinos, hubiera visto todo de una forma distinta y probablemente hubiera vuelto a Buenos Aires, al menos por unas semanas.
Mi experiencia haciendo un voluntariado en Filipinas
Mis días en Guimba, debo admitir, fueron bastantes dicotómicos. Enseñar matemáticas en Guimba fue mi única experiencia como voluntario único. Es decir, no compartí mis días con ningún otro viajero que estuviera en el mismo lugar que yo. Esto, por un lado, tiene su parte positiva. La oportunidad de conectar de una manera plena con la cultura local. Era el único extranjero en todo el pueblo y, cada actividad de la que era parte, significaba aprender algo nuevo de la cultura local. Eso fue increíble. Aprendí muchísimo.
Pero, a su vez, por momentos se puede volver agobiante. Es que, -y esto no tiene nada de malo-, la cultura argentina y la filipina se diferencian en varios puntos. Y aunque uno puede llevar la mente abierta para aprender todo lo nuevo de una cultura hermosa como la filipina, a veces solo quiere poder compartir sus pensamientos, sus tristezas y alegrías con alguien que piense como uno.
Que lo entienda sin tener que hacer un esfuerzo extra. Aunque casi todo el mundo en Filipinas habla inglés, a veces lo que es un problema para uno, no lo es para otro. Y esto se acentúa más cuando las culturas son tan opuestas. Por lo tanto, compartir el idioma, en algunos casos, no ayudaba mucho.
Con el correr de los días, los momentos en los que me sentía solo fueron escaseando y, en cambio, los momentos alegres y donde compartía cosas únicas aumentaban. Los nenes de a poco iban perdiendo la vergüenza y cada día se me acercaban a hablar y a preguntarme sobre mi vida. Los directores de la escuela entendieron que estaban siendo un poco invasivos con mi privacidad y empezaron a respetar mis tiempos y mis espacios.
Los profesores filipinos empezaron a incluirme en sus planes y, casi sin darme cuenta, todo empezó a cobrar sentido. Es que esto es algo que tenes que saber. Los voluntariados son hermosos y nos enseñan mucho. Pero en la ruta, no es todo color de rosas. Van a haber días tristes y contradictorios, incluso en experiencias de esta índole. Y esta bueno aceptarlo y reconocerlo. No tiene nada de malo. Al contrario, de todo se aprende.
Aquí también puedes leer mi experiencia haciendo voluntariado como profesor de inglés informática en Tailandia.
Voluntariado como profesor de matemáticas en Filipinas: Guimba, un desafío aparte.
Al principio, en Guimba, fue como cuando rendis un final importante en tu carrera universitaria, en donde te tomas 15 minutos para leer las preguntas y tranquilizarte. Después volví. Aparecí. Fui yo. Paso a paso, Guimba me fue enseñando muchas cosas. Muchísimas. Ahora sí sentía que estaba aprendiendo. Me había sumergido de lleno en una cultura nueva y diferente. El cambio me había costado y, aunque lo sentí y mucho, de a poco lo iba domando. La ayuda de los nenes fue fundamental. Sus sonrisas, ocurrencias y gestos me fueron devolviendo la calma, esa a la que estaba acostumbrado.
Y así los días fueron pasando y Guimba iba llegando a su fin. Despedidas por acá y por allá decoraron los últimos días y me inspiraron a escribir varias cosas acerca de este pueblo. Los nenes tenían sus pruebas mensuales así que los últimos días fueron con saludos y risas, pero sin matemáticas. Jugamos un último juego en el último día, todos juntos en un aula. Nos reímos hasta más no poder y chocamos las palmas bien bien fuerte por última vez.
Con mucha nostalgia pero con la satisfacción de haber estado a la altura, armé mi mochila y esperé pacientemente a que Jerry, mi guardaespaldas personal durante estos días, tocara mi puerta, avisando que me estaban esperando abajo para llevarme al aeropuerto. Hong Kong esperaba.
Mientras Jerry me acompañaba a la camioneta, intentó preguntarme algo. Sabía perfectamente qué era. Me preguntaba si iba a volver y como una daga en mi pecho, me decía que quería que volviera. Eso es lo feo de viajar. Las despedidas. No puedo manejarlas. Sin generarle falsas ilusiones, le prometí que algún día íbamos a volver a vernos. Ojalá así sea. Es que por más que Guimba haya sido intenso, me regaló momentos que nunca voy a olvidar.
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Edu
Jul 23, 2019
Hola cómo hiciste esto?
Edu
Jul 23, 2019
Estudie matemáticas, y me gustaría probar algo así si pudieses decirme cómo conseguiste realizar esto o darme alguna idea estaría muy agradecido