Mi primera experiencia haciendo un voluntariado en Brasil con Worldpackers

El primer voluntariado nunca se olvida. Esta fue mi experiencia haciendo mi primer voluntariado en un hostal en Brasil.

Carlos Andrés

Nov 03, 2020

6min

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Las primeras veces de cualquier experiencia son las que mayor recordación tienen en las personas. La primera vez que pruebas una comida, una bebida, un deporte o cualquier otra cosa. A mi cabeza siempre viene una frase que me decía un amigo argentino la primera vez que visité Buenos Aires "La primera vez que tomas mate es como la primera relación sexual, lo vas a odiar al inicio pero luego lo amarás".Es cierto, ahora me encanta el mate. 

Bueno al igual que ese primer sabor, está la primera vez que hice un voluntariado con Worldpackers. Fue en Brasil en el Rio Grande do sul, específicamente en la ciudad de Canela, a un costado de Gramado una de las ciudades turísticas más visitadas del Brasil.

Mi primera experiencia haciendo un voluntariado en Brasil con Worldpackers fue compartida, debo decir que fue nuestra, ya que viajo en pareja con mi novia Sindy. Allí llegamos en un día muy soleado, ni una nube en el cielo con una temperatura de 40 grados.

 Los dos llevábamos una mochila gigante en la espalda y una pequeña delante, dos almohadas de viaje y una cámara Cannon T6. Nos bajamos en la rodoviaria de Canela y caminamos hasta la catedral, famosa por ser espléndida y apoteósica. 

Llegamos allí según las indicaciones del personal del hostel al que íbamos. En ese lugar se acrecentó un problema que nos acosó durante todo el viaje y fue la falta de datos en el celular, vivíamos de pegarnos a cualquier WiFi gratis que estuviese en algún sitio, así que a la hora de preguntar cómo llegar al lugar todo se ennegreció. La situación sólo empeoró cuando llegamos a la catedral, primer punto para seguir la ruta al hostel.


Mi primera experiencia haciendo un voluntariado en Brasil con Worldpackers

Una llegada difícil: não falamos nada de português.

Preguntamos en un portuñol arcaico, cómo llegar a una ubicación que nos habían dado, algo incierta la verdad. Después de no entender poco y nada y de descubrir que nadie sabía dónde quedaba el sitio decidimos caminar. Tras unos quince minutos de cansancio intenso y fuerzas perdidas, elegimos parar y volver a preguntar. 

Un señor en una bicicleta, con más entusiasmo que conocimientos del español, se detuvo y nos ayudó, sin embargo, él tampoco sabía nada del lugar, por suerte nuestro día empezó a mejorar desde allí. El hombre de la bicicleta, detuvo a un hombre que venía en un carro. El conductor, un tipo increíblemente buena gente, chabacano con una gran sonrisa y proporcional barriga, nos recogió, ayudó a subir las maletas y emprendió camino junto con nosotros. 

Al parecer vivía cerca de la dirección que a duras penas pudimos indicar. Nos despedimos de "Bikeman" y seguimos el camino. En el auto, el señor nos presentó a su hija, quien iba en el puesto del copiloto, nos logramos comunicar en el lenguaje del fútbol. Él le iba al Gremio de Portoalegre y yo para el Tolima de Colombia, equipo pequeño, pero conocido en Brasil por sacar una edición de la libertadores al Cruzeiro del gordito Ronaldo. 

Después de 8 minutos en auto llegamos, una gran sonrisa de despedida nos quedó de aquel hombre, que por desgracia no recuerdo el nombre, pero que donde quiera que esté, merece todos mis agradecimientos. 


Mi primera experiencia haciendo un voluntariado en Brasil con Worldpackers - Worldpackers

Mi primera experiencia haciendo un voluntariado en Brasil con Worldpackers

En frente de la puerta de la Schmitt Haus, empezó nuestra primera experiencia Worldpackers. A la entrada estaban Mini, como le decíamos de cariño a Yasmini Schmidt, encargada del lugar, junto a su novio y futuro padre del hijo que llevaba en el vientre. Junto a mini, en el suelo, oliéndose los traseros y revolcándose, estaban Dust y Brisa, "os cachoros mais fofos da Canela". Mini nos abrazó, nos presentó con Alex y Maiara, otros worldpackers que estaban en el lugar, pero que se irían en los próximos días.

 Después nos llevó por toda la posada para conocerla y se fue. Alex y Maiara nos contaron cómo se movía el lugar, las funciones, las tareas y todo lo que a partir de ese día haríamos durante 3 semanas. Dejamos nuestras maletas y descansamos un momento. Para comunicarnos mezclábamos el inglés, el portugués y el español. Una torre de babel completa, casi que el sueño de Borges cumplido en una posada de Brasil.

Conociendo el lugar donde haríamos nuestro primer voluntariado

Paseamos por Canela, conocimos los lugares dónde podríamos comprar víveres, igualmente fuimos a Gramado, y conocimos la manera en que podríamos movernos entre las dos localidades. 

Al volver a la rodoviaria para ir a Gramado, la mujer que nos había dado unas indicaciones para ir a la catedral, nos saludó amablemente y preguntó si ya habíamos encontrado el lugar. Con un afirmativo !Sim! muito obrigado, abordamos el bus y visitamos la otra ciudad. 

Gramado parece un pueblo salido de una serie de televisión estadounidense. Casas gigantescas con formas clásicas, techos en triángulo muy altos sobre rectángulos abrigadores en madera, en los que se distribuían las salas. Sindy me decía: "esto es hermoso, estamos viviendo en la televisión". Aún creo que esos momentos fueron irreales, dignos de un episodio de Twilight Zone, por aquello de las casas uniformes. Junto a nuestros compañeros, compramos unas cervezas, hicimos mercado y nos devolvimos solos Sindy y yo.

Al regreso volvió la nube, estábamos cargados y teníamos que caminar nuevamente un largo tramo, había anochecido y no teníamos nada de efectivo. Decidimos hacer autostop. Con sorpresa, fue inmediato el aventón. Sin embargo, no pudimos dar claras las indicaciones y terminamos en un paral alejado de la pousada, donde sólo se veían árboles gigantescos, hierbas y tierra.


Mi primera experiencia haciendo un voluntariado en Brasil con Worldpackers

 La persona que nos había hecho el favor, empezó a lucir aterradora, pidiéndonos que lo esperaramos mientras guardaba el carro en un parqueadero clandestino en la mitad de la nada; asustados nos bajamos y decidimos caminar, mientras resguardábamos nuestras esperanzas en un mapa de google que había quedado guardado en el celular. Cuarenta minutos después llegamos y el susto había pasado. 

Ya en la posada conocimos a Vini, quien nos contaría más del lugar y se convertiría en un amigo incondicional. Él nos contó que se acababa de enterar que iba a ser papá, fue una gran sorpresa. Él tenía en ese momento sólo 27 años y mini 24. Los dos aparentaban mayor edad, pues son dos personas altísimas con una mirada rotunda y movimientos seguros, propios del paso de los años. 

Vini es ingeniero químico, está terminando su carrera, le faltan unos semestres, pero está dedicando todos sus esfuerzos a la posada y al trabajo que tiene en una entidad del estado allá en Canela. Vini nos contó muchas cosas de su vida, siempre abriendo su corazón y su alma. 

Descubrimos que sabe hacer licores y que es feliz dando todo lo que tiene a los demás. Junto a él tomamos vino, bebimos cerveza y comimos mucho, claro está, yo haciendo platos vegetarianos y él trayendo mucha carne para él, para sindy y para Alan, otro Worldpackers que llegó en la noche en la que nosotros estábamos perdidos.


Mi primera experiencia haciendo un voluntariado en Brasil con Worldpackers - Dust

Mi primera experiencia haciendo un voluntariado en Brasil: lo que aprendí

 Fue una experiencia demasiado linda, tanto, que hablar de las labores en el hostel pierde total importancia, limpiar las habitaciones, hacer el desayuno, asear el lugar, eran sólo situaciones previas a las conversaciones largas con Vini. Nos enteramos de los sentimientos y de su día a día, a través del español, del inglés y del portugués. Las charlas pasaban por series de televisión, por costumbres culturales de Rio grande do sul y por los ladridos de Dust y Brisa, quien estaba embarazada también de Dust y dio la sorpresa por las mismas fechas en que Mini se enteró de su buena nueva.

Lo que nos dejaron los días en la Schmitt Haus, fueron nuevas experiencias para contar a nuestros descendientes, algunas frases en portugués que se añadieron a nuestro escaso diccionario y una eterna amistad con Vinícius, quien se disculpó por no pasar el tiempo suficiente con nosotros.

 La primera vez en un país desconocido, con un idioma desconocido y con un trabajo incierto, aprendimos que el lenguaje más importante es el de las carcajadas, todo se entiende cuando se está riendo. Canela fue un destino hermosísimo, sus casas, sus calles y su gente. Pero sobre todo, sus historias anónimas que permanecerán en el aire, esperando ser escuchadas por quienes se aventuren a escucharlas. 



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