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Carta para mi abuela desde el Amazonas

Esta es una carta que le escribí a mi abuela desde mi voluntariado en Brasil. Siendo más específica, estando en los pulmones del mundo: El Amazonas. Espero que la sientas tanto como ella la ha sentido, y que te invadan las emociones y deseos de querer vivir mi experiencia.

5min

Abuela me fui sola por el amazonas brasil

Brasil es un destino al que siempre vuelvo, y de hecho es el país en el que quiero vivir. 

Mágico, misterioso, aventurero, cálido, y sorprendente. Me enamoro del camino, de la amabilidad que me brinda su gente, y de la belleza de la madre naturaleza. 

Fueron caronas, bicicleteadas, muchas caminatas, algunos barcos y alguna que otra moto. Luego de hacer mi tercer voluntariado, y de hacer otras paradas por el enorme país, llego a un destino muy diferente. Llego al  verde del Amazonas, a la selva pura, a la vida. 

El último voluntariado de este viaje 

Me muevo de Manaos a Itacoatiara. Todo el viaje fue muy sentido. 

Viajar sola, de una manera lenta, siendo mochilera, me abre la mente y me abraza el alma. Me encuentro en la soledad, pero también en el espejo del otro y eso hace que viajar sola sea algo maravilloso. Aprendo, agradezco, y disfruto el viaje como vida y la vida como un viaje.

En la calma del sentimiento, no solo vivo el momento. Sino que también a veces surgen destellos fugaces de recuerdos. Pienso en amigos, familiares o en mi yo de la infancia.

 Y así es como surge esta carta para mi abuela: de vuelta en un bus para Manaos decido contarle parte de mi experiencia. Intentando no preocuparla, le quiero informar en donde estoy, asegurarle y transmitirle lo agradecida que me siento

De niña ella fue quién me brindo todo su amor. Me crió, me cuidó, me ayudó a ser quien soy hoy. Pero, al ser abuela, ella tiene tradiciones de la antigua.

No puede creer cómo su nieta de 19 años se va a viajar sola por diferentes países, sin nada planeado, confiando mucho en el afuera... "el mundo está loco" diría ella (yo le creo, todos lo estamos). 

Le escribí esta carta porque estuvo muy presente esos días donde no me pude comunicar. Sentí su abrazo, sentí su contención, su luz. 

Y con estas letras le demuestro que los prejuicios deben ser barridos, que hay que experimentar y salir a buscar. Porque como decía el poeta mexicano Octavio Paz "Estamos condenados a dejar el jardín: delante de nosotros está el mundo".

Abuela me vine al Amazonas



"Sé que cuando te enteres no te va gustar la idea, porque tu mente solo ve lo negativo: la cuna de la cocaína, la prostitución, la pobreza y la violencia. Sí, hay mucha cosa de esa. Vi cosas que hubiese preferido no mirar, pero esto no se elige. Y que bello poder sacar belleza de este lugar, de este asentamiento, de estos ranchitos, de esta pobreza.

Itacoatiara es una ciudad que queda a unas cuatro, cinco horas de Manaos. No es muy tranquila. El barullo de las motos, y la música de las casas le dan la bienvenida a quien llega; no es turística, pero es una de las ciudades más pobladas del Amazonas. 

Me vine a hacer otro voluntariado, pero este es bastante diferente. Me convierto en profesora de las crianças (niños) del lugar, les enseño un poco de español, matemáticas y también artes plásticas. Y jugamos, siempre el juego debe de estar presente. Crecemos jugando, expresándonos libremente. A mí sí que no se me olvidan las tardes jugando contigo en el fondo de casa. Lo recuerdo muy bien, y mi niña interior está más viva que nunca. 

Estuve acompañada desde un inicio, luego sola y nuevamente acompañada por otra voluntaria. Tuve un pequeño inconveniente al rato que llegué, y continuó por dos días. 

Es que la gordita quiso comer en una parada de bus, un folhado, algo así como una empanada. Horas después estaba vomitando mi estómago, y la deshidratación era lo que más miedo me daba, porque acá hace mucho calor. Ese día no sabía lo que iba a pasar conmigo, y estaba sola, y fue muy difícil, porque no le podía pedir ayuda a nadie, ni para trasladarme al hospital, aunque esa opción no estaba dentro de mis posibilidades.

Los niños acá disfrutan de la escolinha, de hecho quieren tenerla todo el día abierta. Es el lugar que tienen para jugar, para aprender, para construirse y para enseñarnos a nosotros que las cosas tienen más de un lado. Que todo depende de la perspectiva que adoptemos... No son las cosas que cambian, sino los ojos que miran. 

Hicimos un día de cine en el que cocinamos pop y otras comidas. Mañanas de lecturas, tardes de cuentas, español y juegos. Niños y niñas de dos a quince años. Niños y niñas que solo quieren aprender, hacer amigos, y jugar, como cualquier otro chico.

 A veces es un caos, pero llega la calma y las sonrisas se reflejan en sus rostros.

Les estoy dando amor, cariño. Y como decía aquella pared escrita: “pela lei natural dos encontros, eu deixo e recebo um tanto”. Doy sin saber bien qué es lo que estoy dando y recibo sin saber lo que es. Y es que... en el camino del encuentro, las similitudes acercan, pero son las diferencias que conectan

Aquí hay mucha gente borracha y es peligroso salir de noche (incluso también de día). Pero conocí a gente muy bella, como la mujer del supermercado: Santa, ese es su nombre (la define muy bien). Ella me cuidó cuando estuve enferma. No sé si percibió que no ando muy bien de dinero, porque me regaló mucha comida y me ha pagado los moto-taxis.

Ahora estoy volviendo en bus a Manaos y tengo a una niña mirándome al lado del pasillo, así que le sonrío y me sonríe.

Me gustaría que sintieras todo lo que estoy sintiendo, y que los prejuicios huyan para otro lado. Porque tal como lo decía El Principito "Quizá no sepan que lo que necesitan podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua. Lo importante no hay que buscarlo con los ojos, sino con el corazón".

Y sin cuestionamientos, o más preguntas, quiero que aceptes todo lo que estoy viviendo y sepas que estoy agradecida por este encuentro, por este lugar, por estos niños y niñas, por este aprendizaje.

Me dolió el alma por momentos, me sentí muy triste, lloré muchísimo, me emocioné y reí a carcajadas. Pero después lo entendí, que no hay tal secreto. Que en sus caras puras, inocentes, no hay espacio para la maldad. Que con amor todo sabe mejor. Que estoy aquí porque aquí tenía que estar.

Así que miro de nuevo a la pequeña que está sentada del otro lado del pasillo, y ahora es ella quien me sonríe, y yo quien le sonrío

Abuela, estoy muy feliz. Te quiero, te cuidas."



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